Título: Million Dollar Baby
Director: Clint Eastwood
Año: 2004
Si hiciera balance, creo que Clint Eastwood forma parte de mi vida, de alguna manera, incluso antes de tener siquiera razón de ser. Me explico. Siendo muy pequeño, por cuestiones laborales de mi padre, me llevaron a Almería, y allí, según me cuentan, ya que apenas hay rastro de recuerdos en mi memoria, estuve en los escenarios donde Sergio Leone rodó con Eastwood como protagonista, la trilogía del dólar.
Posteriormente, las primeras películas que vi en el cine sin compañía de adultos fueron las del director californiano: Impacto súbito (eterna revisitación del personaje de Harry el Sucio), El jinete pálido (celebrado remake de Raíces profundas, con un inicio digno del mejor Kurosawa) y El sargento de hierro (única película en la que estuve a punto de abandonar un cine, y que con la edad he sabido apreciar. Ya lo decía Pacino en Atrapado por su pasado: “Uno con la edad no se regenera, pierde fuerzas”).
Con la compra del primer reproductor de video, pude bucear en los videoclubes y acabar visionando la práctica totalidad de su filmografía hasta la fecha, ahí me encontré con films más personales, lejos de sus personajes de duro, pero que supusieron, paradojas de la vida, un descubrimiento interesante: Escalofrío en la noche (su debut como director), Ruta suicida (extraño thriller a contracorriente, muy en la línea de los protagonizados a las ordenes de Don Siegel), El aventurero de medianoche (historia de loosers de la que bebieron bastante sus películas posteriores), Bird (biopic del saxofonista Charlie Parker, que supuso su consagración ante la crítica) y Cazador blanco, corazón negro (en la que narraba los avatares del rodaje de La reina de África).
También recuerdo, ver Sin perdón, con cuatro gatos en la sala, meses antes de que la volvieran a reponer tras ganar cuatro Oscars, y de ser aclamada por todo el mundo como el aval definitivo del actor-director como verdadero autor.
A partir de ese momento, ya no hubo dudas, todo lo que tocaba se convertía en oro: Un mundo perfecto (para mí, su mejor obra); Los puentes de Madison (preciosa historia de amor imposible); Medianoche en el jardín del bien y del mal; Mystic River; el díptico de Iwo Jima, y por supuesto, Million Dollar Baby, con la que volvió a triunfar en los premios de la Academia, llegando al corazón de crítica y público, para lo que utilizó un deporte, masculino por excelencia, el boxeo, para narrarnos la odisea de una heroína sin gloria; de una vencedora sin triunfo; de una mujer luchando en un mundo de hombres donde no parece haber lugar para la victoria, porque la línea que divide el ganar y el perder es muy difusa, y como dice Phillip Roth, es el azar, el único y verdadero Dios, el que nos pone a todos y a todas en nuestro sitio, independientemente de si posees talento, no escatimas esfuerzo o tienes la fuerza de voluntad de una roca.
Un Eastwood casi octogenario, produce, dirige, actúa y hasta compone la música de sus películas (actualmente tiene en cartel Gran Torino), porque como dice él, no sabe hacer otra cosa, y además le divierte. Y que cumpla muchos más.
J. Hemlock
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