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LAS SERPIENTES CIEGAS (Cava-Segui)

Del Bowery a la Barcelona del 37, donde el POUM y la CNT se enfrentan a la Generalitat y al PCE; de los muelles de Nueva York a las sierras catalanas, donde la República aguanta las últimas embestidas de la Lutwaffe y de la guardia mora franquista. Da igual el lugar, el mal prevalece sobre la ilusión. Una historia envuelta en otras, con constantes flash-backs, voces en off, cierto tono noir, y siempre agarrando por el pecho a la memoria. Historia de persecuciones, de rencores, de cuentas pendientes, de venganzas.

Personajes que parecen luchar por Trotsky, cuando en realidad lo hacen por Stalin, y en definitiva no es sino por Beria y el NKVD, y sus “benditas” purgas, que facilitaron entre otras cosas, la incursión del ejército nazi en la Unión Soviética, como el cuchillo lo hace en la mantequilla y la caída del frente en Catalunya. Personajes que luchan por si mismos, y para ello no dudan en matar, en torturar, en traicionar la amistad, el amor, los ideales.


Y como hilo conductor, un personaje vestido de rojo, por ese mundo en continua batalla, de libertarios contra fascistas, capitalistas contra comunistas, blancos contra negros, emigrantes de primera generación (irlandeses) contra los de segunda (italianos). Todos contra todos. Pero nuestro personaje, como el mismo dice, no se involucra, no puede. No debe. Su objetivo está cumplido. Su fin, conseguido. El mundo está como él quiere, corrupto, degradado moralmente; las ideologías han muerto, o mejor, lo han matado, y solo tomará partido para recuperar a uno de sus huéspedes, y devolverle a ritmo de jazz y con sabor a martini, a su morada: el infierno. El mejor truco del diablo fue hacer creer a todo el mundo que no existía, y de repente, como un soplo de aire, desapareció. Como decían en El Corazón del Ángel, Mefistófeles es un nombre muy largo para el directorio telefónico del Lower East Side.

J. Hemlock

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