2009/04/30

Zinea Bibliotekan / Cine en la Biblioteca



Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1978)

Ridley Scott, director de cine británico, comenzó su carrera adaptando a Joseph Conrad, en Los Duelistas, su primera película. Con posterioridad aceptó un film de encargo como Alien, sustituyendo al inicialmente elegido para el proyecto, Walter Hill (Forajidos de Leyenda; El Luchador; The Warriors), y que acabaría por convertirse en la segunda cima de su carrera tras la mítica Blade Runner.

¿Y después qué? Se acomodó dentro del sistema comercial de Hollywood realizando películas entretenidas y en algún caso más que aceptables, pero que su transcendencia terminaba al poco tiempo de haber sido visionadas: American Gangster; Hannibal; Gladiator o Black Hawk derribado, son un buen ejemplo. Quedan de esa manera, aquellas obras como un islote perdido a lo largo de una ya dilatada carrera que prometía más de lo que ha acabado siendo.

Alien, por otro lado, formaría parte de una saga compuesta por cuatro películas, recomendables todas ellas, si bien ninguna alcanzaría aquella atmósfera especial, irrespirable e irrepetible de la primera versión, la única que realizó el director de Thelma y Louise. En ella se nos narra el viaje de una nave por el espacio sideral, como expresión de un mar infinito, llamada Nostromo, en otro homenaje a Conrad (Si bien, el primer nombre que se propuso para la nave era Snack, por la novela “La caza del Snack” de Lewis Carroll, lo que hubiera sido paradójico, al establecer un símil entre la monstruosidad de los crímenes del alienígena y los de Jack el Destripador, ya que entre las múltiples personalidades barajadas para determinar la del asesino en serie más famoso de la historia, figuraba la del escritor de “Alicia en el país de las maravillas”).

Scott nos presenta una historia de tintes góticos, utilizando para ello, el género de la ciencia ficción, sumergiéndonos finalmente en una película de terror, para lo que tira de manual, tal y como se describía en una preciosa escena de Cautivos del Mal de Minnelli, haciendo referencia a La mujer pantera de Tourneur, a través de la cual nos convencían de que siempre es mejor sugerir que mostrar. Apenas vemos al monstruo, salvo escorzos de su silueta; se juega con las luces y las sombras para ocultárnoslo, camuflando su amenaza en un escenario, la nave, que parece la prolongación del mismo y por extensión de la pesadilla de sus tripulantes. Como si se tratara de un puzzle macabro, que al irse creando devora poco a poco a sus compañeros de viaje. Por el diseño de la criatura y de los decorados, creados entre otros, por el pintor surrealista Hans Ruedi Giger y el dibujante Jean Giraud “Moebius” (Blueberry) recibiría el Oscar.

Volviendo a Conrad, el escritor de “El corazón de las tinieblas” dejó en sus novelas, un mensaje implícito, y es que la verdadera aventura se sustentaba en el propio viaje. Este será también el espíritu de Alien, mostrándonos la supervivencia del hombre como especie frente a la amenaza de una raza superior.

Por terminar con las referencias literarias que abundan en la historia del film, denotar que el nombre que un principio se estimó para el alien fue Leviatán, en clara referencia a textos bíblicos, al Talmud, a Hobbes, a los monstruos marinos de H.P. Lovecraft, y por supuesto a la maravillosa ballena blanca de Melville.¡Por allí resopla!

J. Hemlock

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